Las voces de rechazo no amedrantaron a un puñado de seguidores de la religión yoruba, catalogada como una herencia de la cultura afrodescendiente, que se conglomeraron frente al mar cartagenero para rendirle tributo a su deidad Yemayá y encomendarle la paz nacional.
Llegaron desde las 8:30 de la mañana de un domingo soleado, con atuendos blancos y sus tambores, que acomodaron en la playa alrededor de un altar con ofrendas florales, frutas frescas y una botella de aguardiente.
Lo hicieron en la Avenida Santander, al pie del monumento de Los Océanos, una semana después del alboroto que invadió la ciudad por cuenta de quienes los catalogaron como difundidores de “ritos satánicos”.
Representantes de iglesias protestantes, acompañados por sus fieles, habían realizado hace siete días oraciones en el Centro Histórico para que el ritual yoruba no se realizara. Sin embargo, aunque después de lo presupuestado por sus organizadores en un principio, la ceremonia precedida de controversia sí se realizó.
Gustavo Balanta
, uno de los practicantes de la religión yoruba, explica que el ritual consiste en un acto de agradecimiento a Yemayá, deidad de los mares venerada por los ancestros africanos, cuya devoción fue aniquilada la época del Tribunal de la Santa Inquisición, según explica.
En Cartagena, principal puerto receptor de esclavos traídos de África en la época de la Colonia, fueron muchos los torturados y sometidos al escarnio público, debido a que se consideraba como una afrenta inadmisible profesar cualquier religión o creencia distinta a la católica.
Balanta sostiene que la religión yoruba existe desde antes de Cristo y que, por ser
Colombia un país laico
, decidieron hacer la ceremonia al aire libre, sin esconderse de nadie, para agradecerle a Yemayá por los favores recibidos y también pedirle por los días venideros.
Agrega que “la guerra es antinatural porque va contra el hombre en su esencia. Por eso esperamos que los fusiles se acallen y sea para el bien de Cartagena y del país”.
Por su parte, Milagro Hernández, una joven sonriente que también conforma el grupo de líderes, explica que cargan con mucha estigmatización por parte de quienes profesan creencias distintas. Sostiene que muchos los catalogan como “brujos” o personas ignorantes, pero dice que se trata, en gran medida, de desconocimiento.
“Muchos líderes mundiales profesan nuestras creencias, algunos de forma evidente y otros no tan abiertamente. Sin embargo, es importante que acabar con la estigmatización de quienes nos quie-ren ver como brujos o satanistas. Existe mucha literatura que se puede consultar para aclarar dudas y conocer más del tema”, sostiene Hernández.
¿Y CÓMO FUE EL RITUAL?
Frente al altar de frutas frescas y flores, ubicado sobre los espolones de la playa, sobresalen tres jóvenes con acento venezolano que tocan sus tambores.
Explican que se trata de una salutación especial a la deidad en la que creen, en lo cual emplean cerca de 40 minutos. El saludo se hace siempre con tambores porque un elemento significativo de la cultura africana, también muy perseguido durante la Colonia. Tocar ese instrumento de percusión era visto como pecaminoso en los tiempos de la Inquisición.
Quienes hacen sonar los tambores, al igual que algunos de los asistentes a la ceremonia, llevan puestos sobre sus cabezas pequeños gorros que llaman quilla o kufi, conforme al dialecto africano.
En medio del ritual, uno de los líderes más experimentados agarra la botella de aguardiente y toma un sorbo. Luego arroja una bocanada al pie del altar, donde se observan tres pequeñas caras de madera, llamadas eshu, que representan el bien y el mal sobre la tierra.
Según Hernández, el licor es arrojado al piso porque la ceremonia también abarca una dosis de celebración y festividad. Algunos también fuman.
En el ritual también se agarran pedazos de coco que son tirados frente al altar y que, según la posición que caigan, se considera si la ofrenda fue del agrado de la deidad.
Se explica que si el pedazo de coco cae con el lado blanco hacia el cielo, la ofrenda ha sido aceptada. En la ceremonia dominical, según se observó, así ocurrió.
Tras la lectura de las peticiones y agradecimientos de cada uno de los asistentes, se realiza una limpieza espiritual.
Los participantes se ubican en fila y, uno por uno, son rozados con las frutas brindadas en la ofrenda por parte de los líderes de la ceremonia.
Por último, después de aplausos tras la limpieza, las frutas fueron arrojadas al mar cartagenero. Lo hicieron en honor a Yemayá.
RUTA TURÍSTICA ANCESTRAL
Según Gustavo Balanta, de la mano de las autoridades locales, líderes afrodescendientes han trabajado para que la ciudad acoja la llamada Ruta del Esclavo, amparada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), como una forma de resarcimiento de quienes fueron esclavizados.
De acuerdo con lo expresado por Balanta, ceremonias como la realizada el domingo en Cartagena, hacen parte de lo que se pretende abarcar con ese proyecto.
“Es importante, por medio de una ruta turística, que el visitante conozca todos estos elementos importantes que encierra la cultura de nuestros antepasados africanos”, explica Balanta.
En la página oficial de la UNESO, de forma destacada, se hace mención de La Ruta del Esclavo.
“La UNESCO ha decidido romper el silencio sobre la trata negrera y la esclavitud que implicaron a todos los continentes y provocaron trastornos considerables que modelaron en consecuencia nuestras sociedades modernas”, se lee en su sitio web.
Se explica que el proyecto se inició en 1994, cuando Haití propuso “La Ruta del Esclavo: resistencia, libertad, patrimonio”.
Según la UNESCO, entre otros objetivos, la ruta busca “contribuir a una mejor comprensión de las causas y modalidades de funcionamiento de la esclavitud y la trata negrera, así como de las problemáticas y consecuencias de la esclavitud en el mundo (África, Europa, Américas, Caribe, Océano Índico, Oriente Medio y Asia)”.