Historias

Especial: Daniel Santos y las huellas que dejó en Barranquilla

El debut de Daniel Santos en el país fue por esta ciudad (Barranquilla) en la cumbre de su carrera.

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Como sucedió con el ídolo del tan­go, Carlos Gardel; Barranquilla también tuvo el privilegio de ser la ciudad en la que por primera vez actuó en el país otro gigante de la canción popular latinoamericana, el Jefe, Daniel Santos.

Ambos llegaron en el cénit de sus ca­rreras, ídolos absolutos en sus respec­tivas épocas. Gardel debutó el 2 de junio de 1935; y el puertorriqueño el 31 de ma­yo de 1953. Daniel Santos vino de la ma­no de Roberto Esper Rebaje, a la sazón dinámico comerciante e incipiente em­presario artístico; hoy director del dia­rio La Libertad, que fundó hace 36 años.

El pasado viernes 5 de febrero se cum­plió el centenario del natalicio (1916) del estelar cantante boricua, fecha un tanto desapercibida en el medio local, sumer­gido como estaba en la barahúnda car­navalera que recién terminó.

Hay que mencionar, sin embargo, que algunos investigadores musicales fijan como día del aniversario el 6 de junio de 1916. Entre estos el paisa Jaime Jara­millo Suárez, que con esta fecha mues­tra en internet una copia del acta de na­cimiento del también llamado Inquieto Anacobero.

Sea como fuere, AL DÍA quiso ren­dirle un homenaje a Daniel Santos, y recopiló datos históricos, anécdotas y algunos episodios de su llegada y de­but en Barranquilla; de su estadía, de la comadre que le sobrevive en el ba­rrio Las Nieves; y de su paso por otras ciudades de la Costa. También algo de su perfil y el encuentro en Cartagena, por primera vez, con el nobel Gabriel García Márquez, declarado admirador del cantante.

¿Cuánto usted paga chico?

Roberto Esper recuerda que a prin­cipios de 1953 viajó en compañía de su amigo Jorge Manzur a EE. UU. a com­prar telas para sus almacenes; y de pa­so llegaron a La Habana (Cuba). Su in­tención era conocer los estudios de las emisoras CMQ y Radio Progreso, en ese momento las más modernas, po­tentes y de mejor contenido artístico en América Latina. Esper aspiraba entrar en el negocio de la radiodifusión, y que­ría conocer el modelo cubano. A las 6:30 de la tarde de un día que no recuerda visitó Radio Progreso, justo cuando co­menzaba en el radioteatro un show de la Sonora Matancera y Daniel Santos.

Asistió dos días más al espectáculo, y entonces se propuso traer el cantante a Barranquilla. A sabiendas del tempera­mento díscolo de Daniel Santos, Esper Rebaje granjeó amistad con Laíto, tam­bién vocalista estelar de la Sonora. El ob­jetivo era tantear el negocio, conocerlo un poco más por dentro, pero sobre todo acercarse al artista, al que por esas ca­lendas aún no le llamaban El Jefe.

“Laito me dijo que a Daniel le paga­ban 7 dólares por actuación, y entonces me atreví a proponerle el viaje a Ba­rranquilla”, manifiesta Esper en su ofi­cina del diario barranquillero.

“Lo abordé al final de una actuación apoyado en Laíto, quien nos presentó a Jorge y a mí como, ‘empresarios colom­bianos que llegaron a contratar artistas a Cuba’. Su respuesta sin rodeos no se hizo esperar: ‘¿Cuánto usted paga chi­co?’ Le vamos a dar mil dólares por 28 presentaciones: dos por radio, dos en teatros, diariamente. Fue mi respues­ta”, añade Esper.

Comenzó entonces el natural tira y afloja en estos negocios. “Es muy poqui­ta plata”, espetó Santos. “Pero es libre, yo pago el hotel”, ripostó Esper. Daniel Santos quería 3 mil dólares, pero final­mente acordaron 2 mil semanales.

Llegó al país por el aeropuerto de Cartagena acompañado de su esposa Elisa Araujo, y Roberto Esper fue a su encuentro en un automóvil Chevrolet convertible, modelo 53, último modelo; rememora.

“Yo necesito algo”

El novel empresario artístico señala que el viaje por la vía de La Cordialidad era placentero, con Daniel Santos más bien callado, estaciado, contemplando el verdor del paisaje de aquella época. De pronto rompió su silencio: “Yo nece­sito algo, el Camell y el Kool (marcas de ci­garrillos) son de gen­te aristocrática. Yo fumo es otra cosa”. A sabiendas por donde iba la cosa, Roberto Esper afirma que le dijo, “Freentéme, qué necesita”. “A mí me gusta es fumar ma­rihuana”, respondió Daniel sin espabilar. Para satisfacer cual­quier necesidad del artista, Esper le ha­bía dispuesto un ‘secretario’, con el que cree se entendió en esos menesteres.

A Daniel Santos lo alojaron en el hotel Luxor, situado en la calle 38 con carrera 43. El debut lo hizo en el teatro Colombia, calle 35 entre carrera 40 y 43, acompaña­do de la Sonora del Caribe, del maestro César Pompeyo. Fue un domingo y cantó entre 4:30 a 5:00 p.m.

Esper agrega que en la noche repitió el show en el teatro La Bamba, y también cantó en los teatros de Las Nieves y San Roque, con llenos a reventar.

El sistema era así: el teatro ponía a rodar una película, y en mitad del filme interrumpía la presentación. Entonces entraba Daniel Santos a cantar. Interpre­taba seis temas. Tres de los que recuer­da Esper fueron El Preso, Bello mar y Jugando mamá. La entrada costaba 50 centavos, 20 de los cuales eran para el empresario del artista. Fue tal el éxito en Barranquilla que lo llevaron a presenta­ciones en Santa Marta, Cartagena y Sin­celejo. “En dos semanas hizo 56 presen­taciones, de a 4 por día. A ambos nos dejó buena rentabilidad”, remata Esper. Para entonces Daniel Santos tenía 37 años.

Sus compadres en barranquilla

En esa primera visita a la ciudad el artista puertorriqueño cautivó muchas amistades, entre estas las de Nicolás Ló­pez Villa, propietario del afamado prostí­bulo Bello mar, situado inicialmente en la calle Buen retiro (34) con carrera Es­paña (32), que luego trasladaría a la calle 29 con carrera 28, barrio Rebolo. López era un entusiasta admirador de Daniel Santos, y en su negocio reposaban 400 temas de la discografía del artista, re­cuerda su hijo Daniel López Rada, de 60 años; quien precisamente debe su nombre a la simpatía que su padre sen­tía por Santos. Además, Bello mar hacía referencia a un bo­lero compuesto e interpretado por Daniel, que se convirtió en uno de sus más sonados éxitos.

A Nicolás López Villa lo pre­sentó con Daniel Santos, Ro­berto Esper Rebaje, quien en esa gira de 1953 le dijo que que­ría que conociera a su fanático número uno en Barranquilla. El empresario llevó al cantante a Bello mar. “Cuando se regó la bola de que Daniel Santos esta­ba allí el gentío llenó la calle, to­dos querían entrar a conocerlo. Gra­cias a Dios, quedaba cerca”, recuerda Isabel Rada, de 80, años, esposa de Ni­colás López.

Entre los dos hombres hubo empatía, y surgió una entrañable amistad que se sostenía a través de cartas y sorpresi­vas llamadas telefónicas que El Jefe le hacía a López desde cualquier país que visitaba.

Daniel Santos regresó a Barranquilla en 1958, y se volvió a reunir con Nicolás. “Él quiso que la mistad entre ellos fuera más estrecha, y se ofreció para bautizar­nos un hijo. Nicolás quería bautizar de nuevo a Daniel, porque no le gustaba el padrino que le había puesto, pero ya no se podía rebautizar. Quedaba nuestro úl­timo hijo, que tenía siete meses, y con él se selló el compadrazgo”, Manifiesta Isa­bel haciendo gala de una mente fresca.

Al niño se le llamó Freddy de los San­tos López Rada. Santos en honor a Da­niel. El bautizo fue a las 5 de la tarde del sábado 27 de agosto de 1958 en la iglesia San Roque. Fungió como madrina la es­posa de Daniel, en ese momento la actriz mexicana (de poca trayectoria) Alicia de Córdoba, hermana del sí famoso galán, Arturo de Córdoba.

La celebración se prolongó hasta las 3 de la madrugada en la sede del Bello mar. Allí cantaron Tito Cortés, que lle­gó invitado por Daniel; y Héctor Cabre­ra, cantante de Puerto Colombia que al­canzó éxito con un bolero llamado Sed de oro. “La Cervecería Águila regaló la cerveza de la fiesta, y se repartió Ron Fortuna, trago de moda en la época. Ma­tamos una lechona, 6 pavos y 14 gallinas. Fueron tantos los invitados que tuvimos que alquilar un solar vecino al bar pa­ra acomodarlos”, sigue recordando doña Isabel sobre su inolvi­dable ágape. El tiempo pasó y la amistad de Nicolás López con Daniel se forta­lecía, al punto que el artista le propuso al compadre que quería llevar­se a vivir con él a Miami, al ahijado Freddy de los Santos.

“Daniel no tenía hijos a su cargo, vi­vía con uno de crianza que llamaba Ar­mandito, al cual menciona en la canción el 5 y 6. A mi papá le dijo que Armandi­to se estaba descarriando, y que que­ría brindarles toda las comodidades al ahijado Freddy de los Santos”, cuenta por su parte Daniel López, hijo mayor de Nicolás.

Al compadre le gustó la idea y comen­zaron en Barranquilla los trámites de pasaporte y demás requisitos para el viaje del muchacho. Pero la mala fortu­na frustró aquel sueño. Freddy De los Santos falleció el 30 de mayo de 1966 a la edad de 9 años.

“Murió de tetanos, un compañero de colegio le causó una herida con un sue­co, y luego se bañó con agua lluvia. Eso fue fatal”, agrega Isabel, que a pesar de tantos años aún se resiente al recordar el episodio.

“A Daniel le dolió mucho, pues tenía planes con el pelao”, dijo a su vez Da­niel López.

La comunicación entre Nicolás Ló­pez y su ilustre compadre se mantuvo hasta la muerte de Daniel, ocurrida el 27 de noviembre de 1992 en su rancho de Ocala, Florida (EE. UU.).

“Unos cuantos años antes de que mu­riera, Daniel Santos le envió una carta a mi papá pidiéndole que le consiguiera contratos para cantar aquí. Estaba mal económicamente y la salud resquebraja­da. Pero mi papá no tenía influencias pa­ra eso. Esa carta la conservábamos has­ta hace poco, pero la casa se nos inundó en un aguacero y se dañó junto con el ar­chivo fotográfico que teníamos del bauti­zo de Freddy de los Santos. Solo nos que­dó una foto”, manifiesta Daniel López.

Nicolás López quiso asistir al sepelio de su compadre y amigo, pero la edad y la parte económica influyeron negativa­mente. Falleció el 19 de enero del 2009.

Daniel Santos y García Márquez

Daniel Santos y nuestro Premio Nó­bel Gabriel García Márquez se cono­cieron en Cartagena en 1985, a instan­cias del periodista Edgar García Ochoa, Flash. Narra el comunicador que él esta­ba con El Jefe en la discoteca el Templo de Cleopatra, donde ensayaba para una presentación, y en una pausa le pregun­tó que si se había visto con Gabo. “No lo conozco chico, nunca l o he visto”, respon­dió Daniel. “Yo le dije, voy a averiguar si está en Carta­gena, y llamé a mi amigo Walter Denis, director artís­tico del casino Pierino Gallo. Este me confirmó que sí se encontraba en la ciudad, y ahí mismo se encargó de arreglar la cita entre estos dos colosos”, cuenta García Ochoa.

Según Denis, Gabo se emocionó mu­cho con la propuesta del encuentro, y acordaron reunirse a las 8 de la noche en el restaurante Costa Brava. Gabo puso dos condiciones: la puntualidad, y que en un momento de la charla él haría una seña para que Denis y Gar­cía Ochoa lo dejaran a solas con Daniel Santos.

“Ambos llegaron vestidos elegante­mente de blanco, hasta se parecían fí­sicamente tal vez por las canas”, dice Flash. “Yo hice la presentación y segui­do pregunté: ‘¿Cuál de los dos es el je­fe?’ García Márquez dijo: ‘El Jefe es él, pero yo soy su maestro’. La velada fue a tragos de whisky y picadas de maris­cos”, recuerda también Flash. Gabo le cantó varios temas a Daniel que este no recordaba, tal vez por los inicios del alzheimer que lo aniquiló finalmente. Los contertulios Denis y García Ochoa quedaron a la espera de la señal de Ga­bo para abandonar la mesa, pues nunca la hubo. Uno de los aspectos destacados de la charla fue cuando Daniel Santos le pidió a García Márquez que le escri­biera su biografía. "Gabito le contestó. ‘¿Tú quieres que te haga la biografía? Anota estos teléfonos, me llamas y hablamos’. Gabo le dio como 15 telé­fonos de todas las ciudades del mun­do donde tenía casas. Yo creo que el Nobel le mamó gallo, pero Daniel los apuntó todos”, manifiesta Edgar Gar­cía Ochoa. La reunión Gabo y Daniel, se prolongó hasta el amanecer.