La Costa Caribe es un tesoro de leyendas, muchas ocultas en pequeños pueblos que no son tan conocidos, pero que poseen historias asombrosas que llegan al límite de lo irreal. Ese es el caso de Usiacurí, conocido como “El pesebre del Atlántico”, un hermoso municipio situado en el centro del Departamento que a la mirada del viajero puede parecer una localidad envuelta en un aro de misterio debido a la llamativa historia de sus legendarias aguas.
Según los lugareños, el agua que reposa en los pozos artesanales contiene un poder escondido en sus más de 20 componentes minerales, convirtiéndola en fuente mística que permite curar graves enfermedades, alargar la vida y hasta el despertar de dones espirituales para aquellos que tomen de esta.
Decidimos visitar este hermoso municipio para sumergirnos en la intrigante leyenda de sus aguas, de las que muchos investigadores y biólogos han bebido para llegar a la conclusión de que podría tratarse de la verdadera “Fuente de la juventud”, mencionada en los antiguos relatos de viajeros expedicionarios como Juan Ponce De León, que buscaron una fuente milagrosa con el poder de la naturaleza para alargar la vida.
HISTORIAS DE LAS MÍSTICAS AGUAS
Según los historiadores del pueblo, las legendarias aguas datan desde antes de la fundación del mismo, cuando el país solo era habitado por indígenas. Estos datos tienen soportes físicos en las piedras talladas que se encuentran en diferentes lugares del bosque de Usiacurí, en las que gráficamente los indígenas Mokaná, quienes habitaron estas tierras, se sumergían en estas aguas, curándose de extraños males.
En 1533 los españoles colonizarían esta localidad, siendo Francisco César el descubridor de Usiacurí. Serían posteriormente los ibéricos quienes en sus cuadernos de bitácoras dieran fe de que existían extraños yacimientos de aguas denominadas “Hantenkas”, en las que los aborígenes se bañaban para curarse de brotes en la piel, artritis y artrosis.
Así se propagó el poder de estas curativas aguas, haciendo de Usiacurí un verdadero atractivo turístico que era visitado por personas de diferentes latitudes que llegaban para curarse de aquellas enfermedades que parecían imposibles de librarse.
En esos tiempos los 22 pozos como: el Higuerón, los Mellos, San Rafael, el Chorrito, Roncallo, entre otros eran deseados por lo desahuciados. Pero en 1964 la idea de llevar este líquido curativo a todas las casas por medio de tubería, terminó contaminando las prodigiosas aguas, eliminando así sus poderes.
Sin embargo, actualmente biólogos especializados y usiacureños, recuperaron los pozos milagrosos atrayendo viajeros modernos cazadores de leyendas a Usiacurí.
JULIO FLÓREZ Y SUS POEMAS
El poeta Julio Flórez, oriundo de Chiquinquirá (Boyacá), ayudó al crecimiento de la leyenda de las aguas de Usiacurí, ya que en su biografía se muestra que el escritor había viajado por el mundo aquejado de una úlcera estomacal, algunos han llegado a decir que se trataba de un cáncer de estómago, y se curó al tomar de esta aguas, siendo esto un gran suceso místico para él, decidió comprar una casa en Usiacurí, donde formó un hogar y pasó el resto de sus días. Actualmente sus retos están sepultados dentro de su casa museo.
Poetas regionales modernos aseguran que Julio Flórez en algunos de sus poemas esconde códigos que hablan del poder de estas aguas milagrosas. “En el poema Resurrecciones y Cuando muy lejos, podemos ver referencias ocultas de su vivencias con este enigmático líquido”, precisa el poeta barranquillero Luis Miguel Segovia.