Deberíamos estar hablando hoy del buen arranque de Liga que ha tenido Junior. En dos partidos ha conseguido sendas victorias, una de estas de visitante ante el Medellín, uno de los equipos que mejor se reforzó. Del excelente momento y nivel que mantiene Vladimir Hernández (dos goles en dos partidos). De lo compacto que se ven los tiburones en la cancha y la memoria colectiva que los hace jugar a un toque, como el título de esta columna, poniendo a correr como locos al rival.
Pero no. El acto de indisciplina que protagonizó Yorleys Mena empaña esto por varias razones: la primera, por el hecho en sí de que un jugador del club conduzca en estado de embriaguez y se accidente después de un partido; la segunda, porque el delantero le mintió a los directivos, al técnico —al que hizo quedar como un zapato ante la prensa—, a los hinchas y a los medios de comunicación al decir que no estaba tomado y la tercera, porque desde aquella trifulca que protagonizó Luis Narváez con un vecino en el barrio El Bosque, no se habían presentado actos de indisciplina en el club.
Y precisamente ese era uno de los aspectos mejor calificados de Alexis Mendoza, que había recobrado la disciplina, el orden y el respeto dentro del plantel. Por eso, y porque el DT le tragó entero al delantero y lo defendió a capa y espada ante los periodistas que cubrieron el entrenamiento el lunes en la mañana, Mendoza debe apartar del equipo a Mena y no utilizarlo nunca.
Si no lo hace, su autoridad podría quedar en tela de juicio y daría pie para que la historia de Luis Quiñones y Luis Páez —y otros tantos— se repita. Los directivos deberían apoyarlo en esta decisión. La disciplina debe ser una política institucional.