Su barba poblada y encanecida le permitió hace 18 años al porteño Wilmar Alberto Rodríguez De la Cruz, obtener un gran parecido físico con el entonces comandante del secretariado de las Farc, Raúl Reyes. Ese fue el disfraz que Wilmar escogió para desfilar por primera vez en el Carnaval. En ese debut se ganó rechiflas y aplausos del público en los eventos.
Este hombre de 59 años, que trabaja como mecánico de motocicletas en el taller Moto Club, calle 18 con carrera 39, barrio Los Mangos de Soledad, es uno de los grandes protagonistas de las carnestolendas junto al grupo que bautizó como el ‘Frente alegre los roneros del Carnaval’. De este selecto ‘combo’ también hacen parte El Mono Jojoy, Piedad Córdoba, Barack Obama, Hugo Chávez, Osama Bin Laden y alias Sonia.
En su lugar de trabajo se le observa muy concentrado y colaborador. Apenas se enfunda un overol de color azul turquí, como él mismo afirma, su mundo se reduce solo a dos ruedas. Allí los clientes lo apodan “el guerrillero mecánico”, lo cual, según explica el propietario del taller, William Meza Gutiérrez, le ha permitido ganar fama a su negocio.
“Los clientes apenas se enteran que es Wilmar quien lidera el ‘combo’ de subversivos que sale en la Batalla de Flores, enseguida le piden una foto y eso me ha servido como publicidad. Él es un buen mecánico, muy colaborador, trabaja conmigo hace tres años y no tengo quejas, ya que ante todo es una gran persona”, asegura Meza, quien agrega que para estos días comienza a darle permisos para que asista puntual a los diferentes eventos.
Wilmar Rodríguez gasta siete minutos en alistar su puesto. Saca un limpión rojo y lo pasa varias veces sobre un motor que debe reparar durante la mañana. “Me preocupo por hacer mi trabajo de la mejor manera, eso es lo que me ha permitido recomendarme con clientes. Aquí la gente me quiere mucho, y luego que le entrego la moto funcionando bien, además de agradecerme me piden una foto para el recuerdo”, explica este experto en todo lo concerniente a la parte eléctrica de las motos.
LA METAMORFOSIS CARNAVALERA
Al ingresar a la casa de Wilmar Rodríguez en el barrio El Triunfo de Soledad, lo recibe su esposa de hace 36 años, Trinidad Esmeral, con la que tiene 12 hijos. Es tanto el amor que le profesa esta mujer al Raúl Reyes carnavalero, que hace diez años se le unió a su ‘locura carnestoléndica’. Se disfrazaó de la guerrillera ‘Sonia’.
“Él siempre participaba solo en los eventos y para días de Carnaval me tocaba quedarme en casa, así que decidí acompañarlo en su locura. Lo he ido ayudando a perfeccionar el disfraz, le hemos hecho unas balas en madera y hoy también soy una apasionada por estas fiestas”, dice la mujer que tiene una pañoleta y camisa de camuflado.
Este Raúl Reyes dista totalmente de ser un hombre belicista como fue el personaje al que encarna, y que fue dado de baja por el Ejército en Santa Rosa de Yanamaru (Ecuador), el 1º de marzo del 2008 en el marco de la operación Fénix.
“Decidí disfrazarme como Raúl Reyes, pero no para hacer guerra. La idea me surgió porque en la calle veía como los gorilas, y los indios montaban ‘retenes’ con cabullas para quitarles plata a las personas. Así que me vestí de guerrillero para infundirles algo de miedo y para que dejaran esa sirvenguenzüra. Todos me encontraron un parecido con Raúl Reyes, algo que ni yo mismo había notado y acabé con esos ‘retenes’”, dice.
Con el pasar de los años Wilmar y su esposa fueron perfeccionando el disfraz, a tal punto que actualmente porta dos ‘cananas’ repletas de balas de madera, un radio de comunicación, una linterna, dos pistolas, un fusil, botas, gorras y camuflado.
“Como insignia le pusimos la palabra paz sobre la bandera de Colombia, porque finalmente ese es el mensaje que queremos transmitir con este disfraz, ya que el país debe ser una sola fiesta llevada en armonía en la que quepamos sin distingo de clases sociales ni políticas. Tengo fe que este año se firmará la paz en Colombia y se acabarán las guerrillas”, dice el ganador en 2008 del premio Joselito de Oro a mejor disfraz del Carnaval de la 44.
ENTRE INSULTOS Y APLAUSOS
Durante su recorrido carnavalero Wilmar asegura que le han sucedido muchas anécdotas jocosas, toda vez que su disfraz despierta muchas emociones que lleva a los espectadores a lanzarles insultos, pero luego lo llaman para tomarse una foto.
“Me dicen terrorista, cachón, que necesito viagra; pero luego salgo aplaudido. Un cachaco una vez me dijo miles de vulgaridades y después se me acercó y me soltó un billete de $50 mil, quisiera recibir más insultos así este año”, comenta entre risas este comandante de la alegría que agrega: “Los días de Carnaval son los más esperados por mí, para salir a ‘disparar’ balas de alegrías”.
Otra de las anécdotas que le han ocurrido con este disfraz la cuenta su compañera, quien rememora que hace cinco años debían asistir a la inauguración de un estadero en la carrera 8 y nadie los quería llevar por temor. “No era época carnavalera y al vernos vestidos de guerrilleros los taxistas no nos paraban. Solo uno tuvo la valentía y nos preguntó si realmente éramos de las Farc o si se trataba de un disfraz. Su miedo se terminó cuando llegamos al lugar y vio el resto de disfraces”.
Juan Sebastián Martínez Rodríguez, uno de sus 13 nietos, es el único que se ha mostrado interesado por mantener viva esta tradición. En 2010 los acompañó a desfilar por la Batalla de Flores. “Me gustó mucho porque te piden muchas fotos y te sientes importante, ahora que tengo 16 años estoy animado y quiero seguir con esta tradición, así que voy a unirme a la locura de mis abuelos nuevamente”.
EN HOMENAJE A SU HERMANO
Tras la muerte de su hermano Hamilton ocurrida este año Wilmar Rodríguez estuvo a punto de no particpar de las fiestas, y no se había inscrito para ningún desfile. “Diariamente lloraba por mi hermano, y más porque me había dicho que este año me acompañaría por primera vez en mi combo. Pero luego de un lindo sueño que tuve con él he decidido desfilar para homenajearlo”, afirma. Finalmente este hombre hace una reflexión a través deldisfraz.
“Mi propuesta de paz está centrada en que la balanza se incline un poco hacía la gente pobre, que el Gobierno genere empleo y ofrezca una educación gratuita de calidad, creo que así se podría alcanzar este ideal”.