Decir McDonald’s es decir Estados Unidos, afirman en ese país para significar el sentido de pertenencia, apego, fidelidad, y si se quiere de cariño que conserva su sociedad con la famosa marca de comidas rápidas.
Sin llegar a este grado de consideración, y guardando las debidas proporciones, en Colombia la cadena de almacenes Tía selló igualmente entre la gente un fuerte lazo comercial y sentimental parecido al que resaltan los gringos con su McDonald’s.
Esto se manifestó de manera elocuente en redes sociales y medios de comunicación, tras el anuncio el miércoles de la semana pasada del cierre definitivo de la cadena, que operaba en 10 ciudades del país 19 almacenes, 3 de estos en Barranquilla.
Las reacciones fueron cargadas de pesar y nostalgia. “Recuerdo que en quincena acompañaba a mamá a hacer la compra en Tía del Centro. Allí adquiría la ropa, juguetes y ahí mismo almorzábamos, pues había una cafetería que ofrecía una comida exquisita”, expresó en un tuit Zaida García, pensionada del magisterio.
Para explicar este curioso fenómeno de empatía, el sociólogo y catedrático universitario Guillermo Mejía afirma que es habitual que los públicos consumidores desarrollen una gran identidad afectiva hacia aquellos referentes que marcaron sus primeras experiencias en la adquisición de bienes o servicios.
“Es una recordación grata a través del tiempo, generalmente asociada a la infancia y adolescencia”, asegura.
LO QUE REPRESENTABAN
A las nuevas generaciones hay que explicarles que almacenes Tía fue, hasta tal vez el primer lustro de los 80, lo que ahora representan las llamadas ‘grandes superficies’, como se conocen en el argot comercial las tiendas por departamentos al estilo Sao, Éxito y similares.
Este protagonismo y mercado lo compartía y disputaba con el también desaparecido grupo de almacenes Ley. Y si en la clientela que conoció el apogeo del Tía brota esa nostalgia plasmada en redes y medios; para quienes laboraron allí el sentimiento de tristeza es aún mayor. Tal cual lo manifiesta Lesbia Pedroza Sandoval, de 57 años, quien el 10 de abril del próximo cumpliría 39 años vinculada a dicha empresa.
“Al Tía le debo todo. Desde mis estudios de bachiller hasta poder sacar a mis hermanos adelante, y comprar mi casa en Costa Hermosa”, dice. Lesbia recuerda que entró a trabajar al Tía por casualidad.
El cese repentino de labores en Tía provocó desconcierto entre los trabajadores.
Nadie esperaba algo así, pues desde mediados de noviembre la cadena empezó a surtir la mercancía navideña.
De hecho en los locales cerrados se observan aún los avisos que anuncian para Navidad el 35 % de descuentos en cosméticos y otros artículos. Además, la decoración de fin de año con afiches del infaltable Papá Noel presagiaban normalidad en las operaciones.
“Esto fue una sorpresa, nadie sabía del cierre, ni siquiera había rumores”, manifestó Delkis Molina Cantillo, de 43 años; 23 de estos vinculada a Tía como vendedora de mostrador. “Nos reunieron en un hotel y nos anunciaron: ‘Gracias por todo, esto se cierra, estamos agradecidos con todos, pero la situación del país no da para más’. Así nos dijeron y nos liquidaron todas las prestaciones”, agregó Delkis Molina, quien agradece que en 1994 Tía le dio trabajo sin pedirle experiencia laboral.
“Este era el único almacén en que se conseguían cosas que no se veían en otros lados, como las enaguas de las abuelitas. Tía nunca cambió la línea de sus productos, era muy tradicional”, manifiesta también Delkis, nacida en Chorrera, corregimiento de Juan de Acosta, y residente en Las Moras.
Añade que comenzó vendiendo en mostrador artículos de aseo, de hogar, productos escolares y textiles.
LE RESOLVIÓ LA VIDA
A Zulay Buendía Molina, de 41 años, la vinculación al Tía no solo le resolvió su situación económica a los 15 años (1991), cuando empezó a trabajar en turnos de fin de semana.
Luego también le definió su vida sentimental y hogareña, pues allí conoció a Franklin Linero, con quien se casó y tiene dos hijos.
Zulay fue de las que estalló en llanto cuando se enteró de la liquidación del personal. “No lo podía creer, me puse a llorar porque este no era solo mi trabajo, sino mi grupo de amigas con mis compañeras. Separarse de la gente que uno quiere es duro”, reafirma.
LIQUIDARON A 550 TRABAJADORES
En este proceso de cierre, que estuvo acompañado por el Ministerio del Trabajo, Tía liquidó por la figura de “retiro voluntario” a 550 empleados en todo el país. El gerente general, Antonio Meissner, anunció en una asamblea de accionas el pasado 1º de marzo en Bogotá, que arrastraban pérdidas por 11 mil 233 millones de pesos desde 2016. Entre las causas de la desaparición de la compañía destacó los tratados de libre comercio (TLC), que facilitó la entrada deproductos chinos. Además, el poderoso músculo económico de cadenas como Olímpica, Éxito, Falabella, entre otras.
Destacó igualmente el apogeo de las ventas por internet, la alta tasa de arriendos de los locales, la baja de ingresos de la población popular y la preferencia de esta a destinar más recursos a tecnología. En definitiva se declaró “en imposibilidad de competir con los hipermercados”.
El cierre de almacenes Tía no es solo un nuevo golpe contra la mano de obra laboral, también contra el romanticismo y añoranza del pasado, pues en Barranquilla no solo fue un lugar de compras en el que se aprovechaba una rebaja, sino también un recodo de citas, encuentros, negocios, anécdotas y amores. Tía fue un espacio cercano al corazón.