El andar de Julio César Hernández Pérez, de 88 años, es pausado. Aun así tiene la memoria lúcida y los detalles de su vida los relata paso a paso, pero sin necesidad de usar los bastones que él mismo fabrica en su propia casa. Es un Gepetto criollo que ve en cada cosa que hace un Pinocho autóctono.
Cuando de hablar se trata camina rápido, casi que sin pausa. Esa cualidad se la ha regalado la costumbre de dar entrevistas porque es considerado el mejor bastonero que ha parido Colosó en años. Por eso cuando se pregunta por él en el pueblo todo el mundo sabe que vive en el barrio Las Campesinas, en esa localidad de los Montes de María.
Heredó el arte de hacer bastones de su progenitor José Hernández Jaraba quien a su vez lo hizo del suyo Ignacio Hernández Nieto, ambos fallecidos. Dicha herencia ha hecho que Julio se convierta en un hombre hecho de buena madera, como el guayacán, la que más trabaja.
“Mi abuelo encontró una raíz y la talló dándole forma de un bastón. Por ahí comenzó todo. Luego eso lo aprendió mi papá y más tarde yo. Yo le buscaba la madera y me ponía a ayudarle. Observaba detenidamente y le preguntaba qué era lo que estaba haciendo y ahí fui aprendiendo. Esto lo llevo en la sangre, como ellos”, compartió Julio César.
Es así como ha fabricado muchas figuras, dependiendo los pedidos, comenzando desde iniciales de nombres y figuras de animales.
“El colombiano está por todas partes y me han pedido bastones de varios países como Estados Unidos, España y Suramérica. Eso ha hecho que mis obras recorran gran parte del mundo y gocen de bastante popularidad. En Colombia he logrado darle bastones hasta al expresidente Álvaro Uribe Vélez y ahora tengo uno para obsequiarle al presidente Iván Duque Márquez con sus iniciales”, dijo.
Aunque los médicos le han advertido que merme el trabajo con la madera porque el polvillo le ha afectado los pulmones, él continúa con su labor, sol a sol, bajo el techo de palma, protector de su arte. Precisamente así lo encontramos: tallando un trozo de palo con cepillo, serrucho, machete, martillo y lija. Tuvo cuatro hijos con su esposa Candelaria Prieto, quien ya partió de este mundo, pero ninguno se ha dedica a hacer lo que él sabe a la perfección.
A pocas cuadras de la casa de Julio, detrás de la iglesia central, Juan Antonio Palacio Martínez, de 72 años, posee su taller donde no solo esculpe la madera sino también su vida. Tiene 55 años de trabajarla, lo que hace que su trabajo cada vez sea mejor. Hace toda clase de muebles, figuras de animales y los tradicionales bastones.
“Esto lo aprendí empíricamente, no tuve colegio ni maestro. Desde muy niño me nació ser pintor, pero me incliné por trabajar la madera. Cada vez más voy perfeccionando mi arte y eso me ha hecho muy popular. Por eso vienen de Argentina, Ecuador y Estados Unidos y me encargan toda clase de artículos que fabrico con el guayacán y otras maderas duras”, contó.
Una de los encargos más difíciles que le ha tocado hacer, dijo, es el de una mujer cargando un caballo, pero pude lograrlo, lo cual denota su fortaleza artística.
“El compositor crea lento para que las canciones le salgan bien y para mí lo que hago es poesía, con todo lo que eso requiere: paciencia y mucho amor”, aseguró sin vacile.
Rodeados de herramientas y listones, estos dos hombres han sabido demostrar que por muy dura que sea la vida siempre se puede moldear. Porque todo es maleable, al igual que la madera que se deja trabajar: con cuidado, paciencia y entrega, para convertirse en una verdadera obra de arte.