Nerita Epiayu, Eminta Uriana, Leonor Vangricken, Oliverio Uriana, Carmela Vangricken y María Rita Vangricken, son wayuu y hacen parte de los miles de indígenas de esa etnia que cumplirán años este 31 de diciembre, fecha que aparece como nacimiento en sus documentos de identidad.
Son miembros de la comunidad de Cucurumana ubicada en área rural de Riohacha, donde cada fin de año se celebra el cumpleaños de la mitad de sus casi mil habitantes.
Ellos posaron con sus cédulas para AL DÍA con algo de indignación, porque lo que antes consideraron un hecho curioso e incluso divertido, ahora saben que fue una vulneración a su derecho de tener en el documento de identidad, la fecha en que realmente nacieron.
Rosa María Vangricken explica que cuando los wayuu iban a sacar sus cédulas en la Registraduría o en alguna jornada de identificación, nunca sabían en qué año nacían y los funcionarios decidieron ponerles a estas personas la fecha del 31 de diciembre.
“Creo que fue una maldad, por no preguntar bien o porque no les entendían”, asevera mientras descansa en su chinchorro y explica que a pesar de todo realizan una gran celebración que incluye regalos para todos, comida tradicional, chirrinchi y una gran reunión de todos los familiares que vienen de otras comunidades, donde también hay familiares que cumplen el 31 de diciembre. Agrega que los políticos llegaban a las rancherías a cedular a los paisanos para que votaran por ellos en las elecciones y “por la rapidez que tenían cometían muchos errores en nombres y fechas”.
Este hecho fue objeto de denuncia en el cuento titulado Manifiesta no saber firmar: nacimos el 31 de diciembre, que la escritora wayuu Estercilia Simanca Pushaina publicó en 2004, para visibilizar en un contexto local también el grave problema de los nombres indignos que llevan muchos indígenas, producto de las cedulaciones masivas que se hicieron antes del 2000, en los años 80 y 90, y que se dieron por falta de un intérprete que supiera la lengua wayuunaiki.
Les pusieron nombres ridículos
Muchos de ellos fueron llamados con nombres como: Choriso, Raspahierro, Grillo, Putica, Cosita Rica, Arrancamuela, Raspahierro, Cohito, Payaso, Paraguas, Tarzán, Bolsillo, entre otros; muchos de los cuales se les desconoció su fecha de nacimiento poniéndolos como si hubieran nacido el último día del año.
En esta investigación realizada por Estercilia, nacida en el resguardo de Caicemapa, sur de La Guajira, se inquietó por conocer el por qué muchos wayuu aparecían como si hubieran nacido el 31 de diciembre.
A juicio de la escritora y también abogada, los indígenas no conocían su fecha real de nacimiento y en la Registraduría siempre les colocaban la misma, con el argumento de que esto estaba contemplado en una norma, sin embargo, afirma que esto no es cierto y solo a través de un dictamen de Medicina Legal se puede determinar la edad de una persona que no sabe cuándo nació.
“Por largo tiempo creí que todos los wayuu habían nacido el 31 de diciembre y por eso me di a la tarea de indagar por qué pasaba esto”, aseveró.
El tema también fue tratado en el documental Nacimos el 31 de diciembre, realizado por Priscila Padilla, documentalista colombiana que se inspiró en el cuento de Estercilia y el cual fue premio continental de artes indígenas, en la modalidad documental de Conalculta en México y mención de honor en el Concurso Metropolitano de Cuento, en Barranquilla. Igualmente el cuento fue incluido en la antología Por los valles de arena dorada, de Editorial Santillana.
Estercilia buscó crear una conciencia colectiva a largo plazo y aunque dice que un cuento no va a cambiar la situación, ya el proceso de restablecimiento de derechos de estos wayuu comenzó con varias normativas que el gobierno nacional ha emitido para cambiar los nombres ridículos.
En cuanto a las fechas de nacimiento, la abogada afirma que es difícil que estas se cambien, ya que los wayuu anteriormente asociaban los nacimientos con algún acontecimiento importante, un hecho de la naturaleza, alguna catástrofe o con el nacimiento de otros familiares.
“Aunque no sabían la fecha exacta, sí conocían en qué mes o época, sin embargo, siempre les pusieron el 31 de diciembre”, explica. La abogada añade que ahora los niños wayuu son registrados casi desde su nacimiento y si no lo hacen rápidamente, los padres toman nota de los acontecimientos o hecho que suceden en las fechas cercanas al día en que nacen para informarlos en las notarías o registradurías.