Hoy se conmemora exactamente una semana del trágico accidente de tránsito que dejó tres personas muertas y 38 heridos. El siniestro involucró a toda una familia que salió del barrio Rebolo con destino a la finca La Esperanza, situada en Piojó (Atlántico), donde celebrarían el bautizo de una niña.
Al parecer una falla en los frenos del bus que movilizaba a estas personas sería la causa del lamentable hecho sucedido a la 1:00 de la tarde del pasado 2 de julio en la vía Tubará-Bajo La Habana, a la altura del sitio conocido como la Vuelta de Macario.
Andrea Paola Martínez Cuentas (23 años), Brayan Cuentas Herrera (28) y Oliver Enrique López (18) fueron las víctimas fatales en el volcamiento del vehículo que rodó cerca de 30 metros en un abismo. Viviana Cuentas Martínez, de 34 años y hermana de Andrea, es una de las sobrevivientes del accidente.
Visiblemente adolorida por las lesiones sufridas aquel fatídico domingo aceptó abrir las puertas de su casa y relatarle pausadamente a AL DÍA cómo fueron esos instantes en los que el destino le arrebató uno de sus seres más queridos.
LA AUSENCIA DE UNA RISA
En la residencia situada en la carrera 33 No. 21-47 el silencio es estruendoso, similar al de un pasillo de colegio en vacaciones, con el agravante de ser una vivienda que usualmente gozó de un ambiente alegre, vivo.
Instalados en la sala de la casa se ve caminar a Viviana, llega desde su habitación con un pie casi a rastras y el otro sobreforzado, marcando el paso lento de una mujer de casi 1.72 metros, frágil por los golpes.
Se sentó en una mecedora, acompañada por su mamá, quien llegó a los pocos minutos. “Esta casa no es igual que antes. Falta la risa de mi hermana, la consentida”, expresó Viviana, quien prefirió sentarse de espaldas al cuadro de los 15 años de Andrea, pues así tendría más fuerzas para hablar.
Andrea residía en el conjunto cerrado Parque 100, en el norte de Barranquilla, pero generalmente pasaba en casa de sus padres (Rebolo), animándolos con sus ocurrencias.
Y es que la menor de los Cuentas Martínez era sinónimo de alegría y bondad, así la describían sus allegados. “Mi hermana era la madrina de mi sobrina, por eso como regalo de bautizo organizó el paseo a la finca de mi cuñado, Rubén Valderrama”, continuó Viviana.
CONTRATO Y DESACUERDOS
Andrea Paola se encargó de pagar los $450 mil pesos que le cobró Serviespeciales L.D. por el servicio de transporte.
“No permitió que nadie pagara un peso, decía que era el regalo para su ahijada, que pasáramos un rato en familia”, recordó Viviana mientras miraba al suelo. A las 11 a.m. del domingo 2 de julio quedó fijada la hora de partida del bus desde Rebolo.
“El bautizo en la iglesia San Roque se retrasó, así que salimos del barrio como a las 11:45 de la mañana”, relató Viviana.
Apenas comenzaba el viaje y los problemas mecánicos del vehículo se hacían sentir. “Estábamos subiendo la 38 (carrera), poco antes de llegar a los ‘toboganes’ (Campo Alegre) y el bus se sentía pesado, recuerdo que le dije a mi esposo, ‘esto como que no puede con nosotros”. A los pocos kilómetros de salir de la ciudad, sobre la Vía Tubará, sucedió el segundo impase.
“Se recalentó el motor y por eso el conductor (Ariel Herrera Padilla) nos hizo descender, verificó algo y nos volvió a embarcar”. Esta vez fue Andrea Paola quien tuvo el descontento. Delante de todos, la estudiante de comunicación social le pidió franqueza a Herrera Padilla, que dijera si podía o no continuar con el viaje. “Tranquilos, vamos bien”, fue la respuesta que le dieron a la joven.
“Es que muchas cosas daban mala espina, por ejemplo ¿por qué no tomó la Vía al Mar?, ¿para evadir retenes?, ¿para no pagar peajes?”, cuestionó Viviana, profesional del derecho.
“El colmo de todo fue que le iba ofrecer plata a un policía en un puesto de control dizque ‘porque así era el negocio’, no entiendo por qué alguien soborna a la autoridad si no ha hecho algo malo”, añadió
EL ACCIDENTE, VUELTA A VUELTA
Para distraer la tensión y la zozobra, dentro del bus saltaron cualquier cantidad de conversaciones, muchas sin sentido, otras más trascendentales, como la que estaba ligada al futuro de Andrea Paola.
“Íbamos hablando con mi cuñado, sobre sus planes. Nos dijo que tenían todo listo para inseminar a mi hermana y programar el embarazo de unos mellos”, evocó Viviana mientras entraba nuevamente en estado frágil, de imágenes rotas y sentimientos blandos.
“De un momento a otro se escuchó un estallido, fuerte, enseguida Andrea se levantó y pidió calma, el conductor gritó ‘agárrense, nos quedamos sin frenos’, ahí empezó la pesadilla”, dijo Viviana sumida en llanto.
Una, dos, tres vueltas, eso sintió la abogada una vez se volcó el bus. “Fueron segundos, pero lo sentí eterno. Mi esposo, mi hija e hijo estábamos sentados en las sillas de atrás, nos abrazamos como pudimos”.
El bus terminó de dar vueltas y Viviana reaccionó aprisionada por el chasis del destrozado bus, su esposo estaba a unos pocos metros al igual que su hija, de 7 años, más distante veía a su hijo, de 10.
“Mi niño estaba debajo de varias personas y sillas, lo noté porque vi las medias de sus pies. Como pude me levanté, caminé y lo saqué de ahí abajo, estaba lleno de sangre, maltratado, fue horrible, pensé que estaba muerto, porque no reaccionaba”, precisó Viviana.
Ensangrentado y en brazos de la madre, el pequeño volvió en sí, suspiró y continuó respirando. “Sentí que fue un milagro tener a mi hijo sano y salvo”. Viviana recibió auxilio de los paramédicos que llegaron al lugar, uno a uno vio cómo rescataban a los heridos. “Los últimos en salir fueron las víctimas fatales, fue duro ver eso”. Ahora, en su casa, lamenta no tener a su hermana consigo, aunque agradece poder tener a sus hijos con vida.