Este martes se cumple un mes del cruel atentado terrorista en la Estación de Policía del barrio San José, en la localidad Suroriente de Barranquilla. Después de todos estos días, policías y habitantes del sector coinciden en que el modo de vivir ha cambiado, por lo menos para quienes están más cerca de la sede policial.
El hecho, sin precedentes en Barranquilla, del cual aceptó responsabilidad el Ejército de Liberación Nacional (Eln), ocurrió el pasado 27 de enero a las 6:40 de la mañana. Seis uniformados murieron y 48 más resultaron heridos.
Los que viven frente a la Estación sostienen que luego de los bombazos parecen “días santos”, en los que es común ver que la gente guarde respeto por la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. Mencionan que hasta en los cuatro días de Carnaval fue así. Hay silencio, hay paz, hay una tranquilidad profunda. Incluso, se atreven a decir que en ese punto de San José ya no se siente la intensa actividad comercial que sí hay por otros lados. Para algunos es como si se estuviera en dos barrios completamente distintos.
Las personas también aseguran que aún tienen fresco en la memoria el fuerte estallido de los dos artefactos explosivos, los gritos de auxilio de los heridos y las sirenas de las ambulancias. “Se guarda respeto porque allí perdieron la vida muchas personas. Además, por más que sea, se mantiene una zozobra, un temor por lo que pueda pasar nuevamente”, dice uno de los vecinos de la zona, asomado por la ventana de la sala de su vivienda y con el periódico en la mano.
En cambio, hacia el lado de la cancha del fútbol del barrio, es decir en la parte trasera de la Estación, el ambiente cambia un poco al tener cada fin de semana un plato distinto de fútbol aficionado. La música de un estadero anima a los jugadores pasados de peso y uniformes apretados que corren por el arenero detrás de un balón Mikasa No.5.
“Fue doloroso lo que ocurrió, pero tenemos que reponernos. Los buenos somos más que los malos”, expresa César Hernández, evocando una frase que citó el alcalde Alejandro Char el mismo 27 de enero, un par de horas después del atentado.
César, vestido de bermuda de jean, chancletas y camisa verde menta, tiene una cerveza en la mano. Está sentado bajo la sombra de una terraza. Su pie derecho se mueve al ritmo de Cupido, del Gran Combo de Puerto Rico.
Un policía de la Estación San José que se salvó del atentado, como dice él: “porque no le tocaba” comentó ayer que después de los homenajes que hicieron en el lugar del estallido en los días posteriores fue mermando la asistencia de personas.
Negándose a entregar su nombre, el agente mencionó que en el olvido quedaron los altares que hicieron los espontáneos y los actos simbólicos que en honor de los uniformados muertos realizaron otros policías. Señaló que solo se reconstruyó la paredilla que fue destruida por una de las explosiones, pues hace parte del cerramiento de la Estación.
“Cada quien tiene una fecha de nacimiento y otra de vencimiento. La Policía no se acaba, cuando falta uno llega otro en reemplazo. Sin embargo, el sinsabor queda en las familias”, manifestó el policía. Este se encontraba justo donde un mes atrás habían quedado tirados sus compañeros.
Luego reconoció que en el lugar del atentado“ya no se forma y no se formará hasta nueva orden”.Anotó que los lugares de formación son cambiantes y que ahora los agentes se citan en un punto luego de ponerse de acuerdo por un grupo de WhatsApp. “Todos los días hay un lugar distinto”, anotó.
Afirmó que en la Estación duermen el mismo número de uniformados y que el trabajo se ha incrementado en los sectores que hacen parte de la jurisdicción.
Este además destacó la sagacidad del policía que alertó al otro compañero sobre Cristian Camilo Bellón, el supuesto miembro del Eln que accionó de manera simultánea desde un radioteléfono los artefactos explosivos.“Ese pelao venía de trasnochar y, sin embargo, dio para detectar al terrorista. Si no hubiese sido así, no se sabría quién detonó la bomba”,recordó.
Esto que mencionó el uniformado concuerda con lo expuesto por la Fiscalía el 28 de enero, en medio de la audiencia de legalización de captura contra el bogotano Bellón, hoy preso en la cárcel ‘La Tramacúa’ de Valledupar.
En aquel momento, el representante del ente investigador leyó que dos policías que salían de turno nocturno fueron los que identificaron a Cristian Camilo Bellón Galindo, de 31 años y oriundo de Bogotá, luego de que este accionara a las 6:40 a.m. de manera simultánea los dos artefactos explosivos.
“Un patrullero que soltaba turno de amanecida y que estaba recostado a un árbol de Caucho de la estación, observa caminando en sentido sur-norte a un sujeto que llevaba gorra negra y mochila azul. El uniformado lo ve y el individuo, al hacer contacto visual con este, agacha la cabeza y dobla por la carrera 21B, en la esquina de la estación. Al minuto estallan las bombas”, dijo el fiscal en la diligencia.
Posterior a esta escena, de acuerdo con el representante del ente investigador, el mismo uniformado que identificó inicialmente al sospechoso (Bellón Galindo) corrió hacia donde se produjo la detonación y, ante la masacre, le gritó a otro policía que también salía de turno: “¡Patru (patrullero), pilas, el de la gorra negra, suéter vinotinto, tiene un control en la mano, como un radio!”.