“Sentí un dolor en la espalda y me estremecí”: exalumna del Parrish herida durante tiroteo en Estados Unidos
Daniela Menescal, una joven de 17 años que estudió en el colegio barranquillero, sobrevivió al ataque en la escuela Marjory Stoneman Douglas. Esta es su historia.
“Me di cuenta que no era un simulacro cuando vi toda la sangre en el piso, en mis pantalones y zapatos”, relata Daniela Menescal, una joven 17 años y exalumna del colegio Karl C Parrish de Barranquilla, quién resultó herida en el tiroteo en la escuela Marjory Stoneman Douglas, de Parkland (Florida, EEUU).
Ella estaba en el salón 1214 del bloque 1200, lugar en el que Nikolaus Cruz abrió fuego y alcanzó a asesinar a dos de sus compañeros de clase.
Escondida detrás de un gavetero de metal, en diagonal a la puerta por la que entró Cruz, el estado de shock no le permitía a Daniela asimilar la situación: “Pensé que nos estaban lanzando cosas por un simulacro cuando sentí un dolor en la espalda y me estremecí” relató en diálogo con EL HERALDO.
“Cuando escuchamos los disparos la clase se dividió: un grupo se escondió en la esquina más pegada a la puerta y yo me fui a la esquina que se veía desde la puerta. Me escondí detrás de un gavetero de metal y una televisión”.
“Todo mi pantalón y mis zapatos blancos estaban llenos de sangre, tenía un agujero en la espalda. Y vi a mi compañera con la cara llena de sangre, tenía como una parte de bala en el ojo, toda hinchada”, contó.
“Ahí vi que era de verdad, me quedé agachada, tratando de calmar a los que estaban llorando. No lloré, sabía que tenía que ser fuerte”
En esa esquina, rodeada por tres de sus amigos, la joven venezolana, que vivió en Barranquilla durante tres años, permaneció inmóvil. “Le pregunté a uno de mis amigos que estaban en la esquina conmigo que si podía ver algo, si habían más heridos, me respondió que no quería ver y nos quedamos ahí por 20 minutos”.
“Cuando llegó el SWAT (equipo policial de respuesta rápida) fue que alcé la cabeza, todas las computadoras del salón tenían agujeros, habían vidrios rotos por todos lados y sangre. Nos dijeron que no abriéramos la puerta, solo que contáramos cuántos habíamos. Luego ellos abrieron la puerta y los heridos fueron saliendo poco a poco”
“Cuando me levanté vi que dos de mis compañeros no se movían, estaban uno encima del otro, sin color, no quería ver mucho. Estaban muertos”
La imagen fuera de aquel salón que visitó Cruz con un rifle AR-15 no fue diferente.
“Salí del salón y olía a pólvora, seguí caminando y vi otros cuerpos”.
Herida
Daniela, la mayor de cuatro hermanos, resultó herida por fragmentos de bala en la espalda y la pierna.
“Yo veía la puerta pero no quería ver, cuando estaba agachada me pegaron por detrás y no entendía, pensé incluso que había otra persona disparando por la ventana. Yo estaba diagonal a la entrada de la puerta, no entendía cómo estaba herida en la espalda. Seguro alguna bala explotó. Gracias a Dios no me pegó la bala directamente”, dijo.
Después de ser evacuada del colegio y ya en la ambulancia se encontró con otros dos rostros de la masacre.
“Habían dos más (heridos) en la ambulancia. Uno tenía un tiro en el pecho, estaba consciente pero casi se desmayaba. El otro tenía un disparo en la cabeza”.
La joven de 17 años es miembro de una familia venezolana que vivió en Barranquilla del 2010 al 2012 en el barrio Villa Campestre y reside en Estados Unidos desde 2014.
Sus hermanas, también en el colegio
En el edificio de al lado de donde fue el tiroteo estaban sus dos hermanas menores, Valeria y Corina de 15 y 13 años, que estudian en el contiguo Marjory Stoneman Douglas Middle School.
Ellas permanecieron encerradas en el colegio hasta que las llevaron a un hotel cercano para que todos los padres fueran a recoger a sus hijos.
Laura Guariguata De Menescal, madre de Daniela, aseguró en diálogo con este medio que se enteró del incidente por una amiga.
“Yo recibí una llamada de una amiga, que había oído que había un tiroteo en el colegio. Mi esposo, mi hijo y yo salimos a buscar a nuestra hija, llegamos muy encima del incidente. Todavía se escuchaban disparos en el colegio. La comenzamos a buscar entre los niños que salían, hasta que recibimos una llamada de ella, que estaba en la ambulancia herida, pero bien”.
La familia Menescal se trasladó a Barranquilla por “la dificil situacion de inseguridad de Venezuela”. Luego migraron a Estados Unidos a emprender un negocio familiar de renta de casas de playa en la Florida.
Conocía a tres de los que murieron
Entre los dos compañeros de clase de Daniela que fallecieron está Nicholas Dworet, becado por pertenecer a un equipo de deportes de la escuela.
“Uno de mis compañeros que murió tenía beca por natación y una semana antes había firmado para la universidad”, dijo.
“El otro era un compañero venezolano que todos lo conocían, estaba desaparecido y lo encontraron muerto”, se trata de Joaquín Oliver, residente en Estados Unidos desde que tenía tres años.
El tercero es un entrenador, que se lanzó sobre unos alumnos para protegerlos del tirador.
“Uno nunca está preparado”
En la mañana del miércoles en la escuela Marjory Stoneman Douglas sonó la alarma de incendio, como presagiando la tragedia, pero en ese momento “no pasó nada”.
Relata que “a las 10:00 a.m. llego a mi clase, en el segundo piso – donde hay manillas para encender la alarma de fuego – , cuando iba llegando mi clase nos enviaron a la cafetería, cuando íbamos bajando suena la alarma, nadie sabía qué hacer así que salimos y nos quedamos ahí parados afuera por 15 minutos”.
“Cuando comenzó a disparar sonó la alarma por segunda vez, incluso los que estaban lejos del tiroteo escucharon la sirena y salieron, pensaron que era un simulacro de fuego”.
“A nosotros no nos dio tiempo de escuchar la alarma, lo primero que escuchamos fueron los tiros”.
“No nos habían entrenado para esta situación, nadie sabía qué hacer”
Sobre la falsa alarma de la mañana en la escuela hay una teoría que dice que el atacante quería que los estudiantes salieran de los salones por la alerta y dispararles en masa.
Daniela considera que la alarma fue un signo de advertencia.
“Eso es parte del colegio que podían investigar más antes de que fuéramos a clases. ¿Quién había encendido alarma?, ¿Qué la encendió?, de pronto se habría podido prevenir algo si se hubiese investigado mejor”.
“No lloré”
“Cuando nos reunimos por fin en el cuarto del hospital no lloré porque sabía que era muy afortunada de estar viva”.
Sin embargo, manifestó que “cuando estaba sola, en la camilla del hospital vi las noticias del tiroteo y ahí comencé a recordar todo, cerraba los ojos y veía las imágenes. Fue muy impactante”.