La guerra criminal en Barranquilla tiene que ser enfrentada
Se confirma la cada vez más cruenta guerra por el dominio criminal. No es gratuito que el lunes en varios puntos de Barranquilla y su área metropolitana aparecieran pancartas con mensajes del Clan del Golfo o Ejército Gaitanista de Colombia (EGC).
A diario pedimos explicaciones. No siempre llegan, pero insistimos porque es parte de nuestro oficio. Le preguntamos a la Policía por qué el incremento de 20 % de homicidios en Barranquilla en 2024. Datos oficiales indican que hasta ahora se han cometido 259, 43 más que en el mismo periodo del año pasado, 83 % de ellos bajo la modalidad de sicariato, y, en su gran mayoría, por ajuste de cuentas o disputas entre organizaciones criminales por el control de las rentas ilícitas.
Otro dato que no es menor, el 58 % de las víctimas tenía anotaciones judiciales por varios delitos.
Esa es la fotografía, a grandes rasgos, de una realidad alarmante concentrada en barrios de las localidades Suroccidente y Norte-Centro Histórico, donde confirma la Policía que el Clan del Golfo, los Costeños, los Pepes, los Rastrojos Costeños y los Papalópez libran una lucha a muerte por el dominio territorial del tráfico de cocaína al exterior vía puertos y aeropuerto, la venta de estupefacientes al menudeo y la extorsión.
Mientras más cocaína se decomisa, más cuerpos sin vida se hallan, además con extrema violencia, como los mutilados.
Esta última, por cierto, continúa al alza, pese a las más de 200 capturas este año –92 % de ellas terminaron en detención intramural- con las que se habrían evitado, supuestamente, pagos a la delincuencia por más de 20 mil millones de pesos.
El por qué se están matando ahora con más sevicia que de costumbre, porque a decir verdad nunca lo han dejado de hacer, lo atribuye la Policía a tres circunstancias que responden a nuestra inquietud, que es la misma que se formulan con insistencia las autoridades de la ciudad y del departamento y, en particular, los ciudadanos, cansados de esta prolongada crisis de inseguridad.
Lo primero, se confirma la cada vez más cruenta guerra por el dominio criminal. No es gratuito que el lunes en varios puntos de Barranquilla y su área metropolitana aparecieran pancartas con mensajes del Clan del Golfo o Ejército Gaitanista de Colombia (EGC).
Estos ratifica, por un lado, su presencia en el Atlántico, luego del anuncio de un “espacio sociojurídico” con el Gobierno, su segundo aterrizaje en la paz total y, por el otro, le notifican a sus rivales directos, Rastrojos Costeños, Papalópez y los Costeños, ahora unidos en una inédita alianza para enfrentarlos, que al lado de sus nuevos socios, los Pepes, no solo se han hecho más fuertes en la contienda, sino que regresaron para quedarse y, además, expandirse por todo el departamento.
A esto se le suma la salida de cárceles de miembros de estas organizaciones, casi todos de los Costeños, lo que alteró la dinámica delincuencial de los sectores en los que cumplen detención domiciliaria.
Su vuelta a las calles, porque ahí es donde están, no guardados en sus casas, exacerbó las confrontaciones por el territorio. Insólitas puertas giratorias de la justicia que ratifican la fragilidad del Inpec para ejercer oportuna y efectiva vigilancia de estas personas.
Y una más, el aumento de las incautaciones de droga. Mientras más cocaína se decomisa, más cuerpos sin vida se hallan, además con extrema violencia, como los mutilados. Macabro mensaje intimidatorio de los grupos a sus integrantes para hacerlos desistir de informar a las autoridades.
A propósito de preguntas: ¿no se puede parar esta guerra?, ¿qué se debe hacer para frenar las pretensiones de las mafias? Nos sumamos a los legítimos reclamos del alcalde Char y del gobernador Verano por resultados contundentes en la lucha contra el homicidio y la extorsión.
La ausencia de estrategias certeras nos ha dejado desnudos ante una criminalidad demoledora. Parece que estamos atrapados en una inercia que se pierde en un universo de matices, pero al final muestra que no se está haciendo lo suficiente para enfrentar la violencia criminal asentada en Barranquilla y su área metropolitana. Pero aún más, la dispersión del fenómeno alcanzó ya municipios distantes donde se esconden los blancos de las disputas de las organizaciones ilegales.
Intenta la Policía tomar la delantera para recuperar control territorial con un plan que dice ordenará a sus unidades especializadas rastrear a las mafias multicrimen, ir por sus bienes para aplicarles extinción de dominio, derribar inmuebles dedicados a la venta de drogas o ubicar a los narcos invisibles, cuya plata mal habida ha producido una derrama económica en departamento.
Todo eso se ha intentado. También el bloqueo de señales de celulares en cárceles, donde se origina casi el 70 % de la extorsión.
Quizás lo que podría nivelar la cancha en esta lucha tan desigual es el trabajo de investigación articulado con Fiscalía y agencias de seguridad extranjeras sobre las conexiones internacionales con el narcotráfico de capos locales, como Castor, Palomino o el Negro Ober, con lo que podrían activarse procesos de extradición en su contra.
Mientras, se hace imprescindible tomar decisiones con la mirada puesta en nuestro territorio y sus particularidades, donde ha quedado demostrado que las recetas de otras zonas no son efectivas.