50 años de una tragedia: “¡El tren se llevó un bus, el tren se llevó un bus!”
En Mamatoco –epicentro del accidente del Expreso del Sol , en el que fallecieron 36 personas, 24 de ellas miembros de una familia barranquillera– cuatro testigos recuerdan las escenas de dolor de una de las peores tragedias viales de la Costa.
A las 12:15 del domingo 11 de enero de 1970 en Mamatoco un estruendo sobresaltó a sus habitantes. Todos pensaron que se trataba de una bomba o quizás el estallido de un tanque de gas propano.
Varios jóvenes que corrían presurosos por la calle empezaron a divulgar la noticia:
“¡El tren se llevó un bus... el tren se llevó un bus!”, vociferaban, al tiempo que raudos se desplazaban por el camino del acueducto hacia el sitio del accidente, distante unos 800 metros del área urbana.
Se referían a uno de las peores tragedias viales de la Costa: el accidente entre un tren del Expreso del Sol y un bus de Caldas-Recreo en cuyo interior viajaban los miembros de una familia barranquillera que iba de paseo al Rodadero. El saldo de 34 personas fallecidas enlutó a las familias Vargas Lleras, Lleras Noriega, Lleras Reeve, Monsalvo Lleras, Noriega Ravachi y Sarmiento Vengoechea. Estos últimos, residentes en Bogotá.
Testigos de la tragedia
Los primeros en asomar al sitio fueron Pedro Manuel Prado Morales y Juan Manuel Polo Bernal, quienes para la época contaban con 13 y 14 años, respectivamente.
Junto con Osvaldo Viana Santodomingo (Joropo), Luis Prado (Boquita e’ Vieja), Álvaro Avendaño (Puloy) y Donaldo Toncel, también adolescentes, estaban en el río, a 100 metros del lugar del siniestro en el que murieron 34 personas.
Con 63 y 64 años, Pello Maraca y Juancho Polo, como les llaman a los primeros mencionados, recuerdan hoy el fatal suceso, y como si fuera una película de terror, narran lo que para ellos ha sido “lo más horrendo y triste que hayan podido ver”.
Cuerpos mutilados, vísceras, alaridos y voces de auxilio, así como un intenso olor a sangre y ACPM, esparcidos por el suelo, son imágenes y sensaciones que aún estos mamatoqueros raizales tienen presentes en su ‘chip ’ emocional.
“Soltamos las nueve iguanas que traíamos y en veloz carrera llegamos al sitio. Lo que observamos era indescriptible, dantesco… muy feo”, anotaron.
Una mujer destrozada, otra a la que el pie le quedó en la cabeza y un hombre con solo medio cuerpo, son ‘fotografías’ que Pello Maracas, guarda en su memoria.
Juancho Polo recuerda a una mujer sobre una colchoneta que estaba incendiándose. “Ella gritaba ‘¡auxilio, auxilio!’ y alguien le lanzó una sábana pero no la pudo salvar… murió quemada”, rememoró.
Ambos comentan que el maquinista del tren quedó aprisionado por la locomotora y que “de vainas no hubo más víctimas porque “los vagones quedaron enganchados formando una especie de pirámide”.
Ayuda y saqueos
Pedro Prado y Juan Polo comentaron que a los heridos empezaron a sacarlos con una tabla y palos que utilizaron para improvisar camillas. Esto antes de que llegaran los organismos de socorro y los Bomberos.
Los palos y las tablas las sacaron de la casa finca de María Pacheco, aledaña a la vía férrea, justo al frente del lugar del percance, en el sector conocido en ese entonces como ‘Monte Verde’. Hoy es una parte del barrio 11 de Noviembre.
Sin embargo recuerdan con pena, que así como muchos llegaron a auxiliar a los heridos, otros hicieron presencia pero para saquear.
“Sin sensibilidad alguna se robaban maletas, dinero, carteras, relojes y cadenas”, anotaron.
Pello recuerda a un miembro de una fuerza pública que en medio de las tareas de auxilio que desarrollaba, se llevó un reloj de la muñeca de un brazo tirado a un costado de la vía. “No sé, pero esa imagen la tengo muy viva, tanto como la del hombre con medio cuerpo”, señaló.
Luto de los Duica
Donaldo Duica Granados tenía 14 años y aunque no estuvo en el sitio del siniestro, sostiene que la fecha es inolvidable, porque está casi ligada a otra muy dolorosa, que le hizo derramar muchas lágrimas.
Cuatro días antes de la tragedia (el 7 de enero) Carmela Duica –su hermana mayor– había muerto y el luto invadía todos los rincones de la casa. Sus padres estaban abatidos y esa noticia acrecentó su dolor.
“Cuando me enteré del accidente del bus con el tren, me dio mucho miedo, y me refugié en brazos de mi papá Abelardo quien nos prohibió a todos salir a la calle”, anotó.
Duica Granados –hoy un reconocido abogado de Santa Marta– afirma que ese suceso marcó a Mamatoco, una población que para ese momento era de cuatro o cinco calles, “en donde todos nos conocíamos”.
Dijo que lo que le enseñó este sangriento episodio, es que “la muerte solo tiene importancia en la medida en que nos hace reflexionar sobre el valor de la vida”.
‘Como una bomba’
Alfonso Núñez Macías tenía 20 años y cursaba quinto año de bachillerato en el colegio Liceo Celedón y en el momento de la tragedia estaba en la casa de su abuela Blasina Gutiérrez, por los lados de la iglesia.
“Escuché como si hubiera explotado una bomba, pero poco después supe lo que realmente había ocurrido. Me dirigí al lugar del accidente y confieso que cuando llegué y vi tantos muertos, quedé inmóvil, paralizado, no tuve fuerzas, ni valor para hacer nada”, comentó.
Entonces decidió dar vuelta atrás y regresar a casa de la abuela Blasina.
“La escena era algo muy fuerte para cualquier ser humano.... sumamente impresionante”, precisó.
Abogado, de 70 años, Núñez Macías considera que en los colegios de Mamatoco se debiera mencionar a los alumnos este suceso que marcó no solo al entonces corregimiento, sino a toda una ciudad.
“Hoy usted pregunta a cualquier muchacho mamatoquero sobre ese caso y lo desconoce. Solo de esto hablamos quienes lo vivimos, los que somos contemporáneos con la tragedia”, puntualizó.
Este luctuoso hecho aunque taladró el corazón de los mamatoqueros, no impidió que se celebrara el Carnaval y la fiesta de San Agatón previstos para el 6 de febrero.
Aunque hubo quienes plantearon aplazar la celebración, pudo más la tradición. Los carnavales se realizaron.
Fue la Alcaldía de Santa Marta, regentada en ese entonces por Álvaro Dávila Barreneche, la que decretó tres días de duelo y la bandera de Colombia a media asta en la sede del Palacio Municipal.