Portada de EL HERALDO con la información del asesinato del profesor y su escolta Edelberto Ochoa.
Portada de EL HERALDO con la información del asesinato del profesor y su escolta Edelberto Ochoa.Cortesía
Historias

La de Edelberto Ochoa, la otra historia en el asesinato de Alfredo Correa

El expolicía fue asesinado el 17 de septiembre de 2004 mientras protegía al profesor Alfredo Correa De Andreis.

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Las balas detonadas aquel 17 de septiembre del año 2004, justo cuando algunas jornadas laborales se reactivaban a eso de las 2:00 de la tarde, no solo acabaron con la existencia del reconocido profesor Alfredo Correa De Andreis, sino también con la de su escolta Edelberto Ochoa Martínez, quien, en un intento por salvarle la vida, terminó entregando primero la suya en la carrera 53 con calle 59, sector del tradicional barrio El Prado de Barranquilla.

Los agresores tenían un objetivo y lo cumplieron, poniendo punto final a unas ideas que buscaban cambiar la realidad del país. Así mismo, terminaron con el único sostén de un hogar en la localidad Suroccidente, más exactamente en el barrio Por Fin, donde una madre y dos pequeños hijos esperaban la llegada del hombre de la casa.

El pasado martes se conmemoraron 20 años de ese triste episodio, por lo que familiares de Correa De Andreis realizaron —como es costumbre— un sentido homenaje justo en el sitio en el que se perpetró el atentado a bala. Allí hubo tiempo para testimonios, aportes de allegados, presentación de violines y hasta una eucaristía con un tinte especial.

No obstante, es grande el contraste en comparación con los allegados de Ochoa Martínez, quienes no tuvieron tiempo de realizar ningún acto litúrgico, ni fueron recibidos entre abrazos y condolencias por las personas que en su tiempo estuvieron muy pendientes de lo sucedido.

Al parecer los únicos que intentan preservar la memoria del valiente escolta son su esposa Duberlys Jiménez, hoy de 58 años, y sus dos hijos Dubran Ochoa Jiménez y Brayan Ochoa Jiménez. Este último, precisamente, accedió a hablar con AL DÍA sobre cómo se han desarrollado para ellos estas dos décadas de un luto que —al menos públicamente— ha estado en la sombra por la respetada figura académica de Alfredo Correa De Andreis.

Día inolvidable

Brayan tenía exactamente 8 años cuando a su casa llegó la fatal noticia del fallecimiento de su padre. Duberlys (mamá), según su mismo relato, rompió en llanto mientras que su reacción simplemente fue ver que estaba haciendo Dubran, quien en ese entonces solo tenía 3 años. No entendía nada de lo que pasaba hasta que en la vivienda de su tía vio la figura de su papá en el noticiero.

“Te cuento que en realidad han sido años duros. Mi papá era el sustento de la familia, un pilar importante que se levantaba para trabajar por nosotros. Fue bastante complejo tener esta pérdida tan repentina y dolorosa. Mi mamá, en ese tiempo con 38 años y siendo ama de casa, tuvo que retomar su vida laboral. Gracias a ella salimos adelante, pero sí fue una falta bastante grande el que mi padre no estuviera. Es algo que nos sigue pesando como familia”, dijo inicialmente.

“Nosotros hemos estado en un proceso de acompañamiento psicológico, cuando estaba en tercero de primaria me ausenté bastante tiempo del colegio. Mi madre me cuenta que ella se sintió mutilada, pues estaba dedicada al hogar y fue un choque ver como mi papá perdió la vida en una guerra sin sentido y de la que no tenía culpa de absolutamente nada. Me cuentan que era un hombre alegre y bromeaba bastante”, agregó.

Edelberto o ‘Beto’, como lo solían llamar en la casa, hizo carrera como agente de Policía Nacional. Sin embargo, se retiró muy temprano para dedicarse a ser escolta independiente, una tarea en la que le iba mejor. En aquellos tiempos, le llegó la oportunidad de trabajar con Alfredo Correa gracias a la cercanía de un amigo con la hermana del catedrático, quien estaba preocupada por la seguridad de su familiar.

Luego de esta recomendación, se pactó un contracto que duraría inicialmente dos meses, por lo que cuya fecha de finalización se situaba el 21 de septiembre, tres días después del lamentable atentado.

“Muchos amigos le decían que se retirara, que las cosas estaban complejas y que el profesor (Correa De Andreis) tenía ciertas amenazas, pero siempre les dijo que no. Estaba comprometido con finalizar su vínculo y afirmaba que luego de ese día ya se ponía a buscar otro empleo”, reveló Brayan.

Hasta antes de eso, jamás fue víctima de un ataque a bala. “Mi papá nunca tuvo problemas con la ley, ni estuvo amenazado por absolutamente nadie. Mi mamá desde ese día quedó nerviosa, aún 20 años después le afecta mucho hablar del tema. Odias las aglomeraciones”, añadió.

Conforme fue creciendo, lo único que generó algo de inconformismo en el hijo de Edelberto era que el fallecimiento de padre parecía insignificante al luto que todos empezaron a guardar por el asesinato de Alfredo Correa De Andreis.

“Todo gira alrededor del profesor, la familia del escolta no ha tenido el mismo apoyo. Normalmente nos acercábamos a los homenajes públicos, pero con el tiempo me empecé a preguntar por qué nada iba dirigido para mi papá, quien no tenía la culpa y también terminó involucrado en el hecho. En ciertas ocasiones, mi mamá se sintió minimizada. Quizás todo pasa porque Alfredo era el sociólogo o el líder, pero a mi papá nunca le dieron el reconocimiento que merecía”, apuntó.

Tampoco dejó pasar que “muchas personas creen que heredamos o quedamos con una pensión por el hecho de que mi papá fue víctima de un crimen político. Algo que no es así. Todo se lo debemos a mi mamá, nunca tuvimos una indemnización para de pronto resarcir todo ese daño que se hizo. Mi mamá en su momento se acercó a buscar ayuda hasta la familia Correa, pero le hicieron saber que Edelberto sabía lo que podía suceder. Para mí, quizás no fueron las respuestas esperadas”.

Palabras inéditas

En estos 20 años nunca hubo un pronunciamiento de la familia de Edelberto Ochoa Martínez, hasta hace un par de semanas cuando fueron invitados a una audiencia por la Justicia Especial para la Paz, JEP. Allí Brayan tuvo la oportunidad de dar un sentido discurso titulado “Dignificando la memoria de Edelberto Ochoa Martínez”, en el que destacaron las siguientes palabras:

“Hoy te escribo esta carta, nunca pude hacerte una (…) Quiero que sepas que perderte ha sido lo más difícil que me ha pasado. Tuve que aprender a sobrevivir con tu ausencia, sin esperar tu llegada, en navidad o en los cumpleaños (…) Si hoy me dieran a elegir un deseo, sin duda desearía no haberte perdido; espero que te sientas orgulloso de todo lo que hemos logrado”, se destaca en la misiva.

“Tristemente la vida nos obligó a resignarnos, a solo recordarte en nuestras mentes y corazones, pues te perdiste todos los momentos, planes y deseos de vernos crecer y cumplir las metas que quizás algún día tuviste (…) Nadie nunca podrá ocupar tu lugar, ni mucho menos darnos todo el amor que tú nos dabas en vida. Mil gracias por todo tu cariño. Besos y abrazos desde el cielo. Con cariño Dubran, Duberlys y yo”, culminó.

Unas medidas

En noviembre del año anterior, el Ministerio de Justicia le propuso a la Fiscalía General de la Nación la creación de una unidad especializada para la investigación de los “delitos cometidos contra servidores y servidoras judiciales”.

“No podemos salir de este cargo con la frente en alto si no hemos logrado encontrar a los que permanecen desaparecidos, si no hemos logrado erradicar la corrupción y saber quiénes cometen los atentados. Una justicia volcada a la búsqueda y encuentro de la verdad: ese es el propósito de este gobierno”, declaró el en ese entonces ministro, Néstor Iván Osuna.

Por lo cual, en ese marco de reconocimiento a las familias de servidores judiciales víctimas de la violencia asociada al conflicto armado y al narcotráfico, se determinó que entre 1979 y 2023 se registraron 1.262 actos de violencia contra ellos, incluyendo amenazas, homicidios y desplazamientos.

Brayan anhela que nadie pase por lo que pasaron él y su familia, algo que quizás lo ha privado de una vida muy diferente a la que tiene ahora.

“Me duele muchísimo lo sucedido, más que crecí sin una figura paterna. Si mi papá estuviese todo fuera distinto. De hecho, de salvar al profesor, sería el héroe y le hubieran dado el debido reconocimiento. De pronto yo sería médico como soñé y mi hermano habría entrado de inmediato a la universidad. Mi mamá tuviese su casa propia, eso nunca sucedió”, finalizó.