No pudo Mancuso en pleno furor de su accionar al margen de la ley humillar y acabar con la vida de este campesino de la región de Betancí, al sur de Montería: Alejandro Begambre Salgado, debido a su capacidad de afrontar con valentía desarmada cualquier adversidad propia de los hombres de retos.
‘Alejo’era un tendero rural y por salvarle el pellejo a un amigo que le proveía de esterillas su negocio en Punto Fijo -un paraje en la vía a Tierralta- echó la primera mentira de su vida.
Una mañana lluviosa de abril de 1997, una burrita de Casildo Delgado se atravesó en la carretera cerca de la tienda del comerciante, provocando el volcamiento de un vehículo donde se movilizaban escoltas del ‘Mono’ Mancuso, quien iba un poco adelante. Una vez se levantaron del automotor ruedas arriba por el impacto, se dirigieron donde Begambre y encañonándolo, en tono bastante fuerte le preguntaron quién era el dueño del animal, a lo que respondió sin tapujos que no era de él, ni conocía al propietario.
“Usted tiene que saber de quién es esta burra y le contamos tres para que responda, de lo contrario ya sabrá lo que le pasa”, sostuvo el que parecía el jefe del comando paramilitar, pero Alejandro con solo un machete al cinto y de pies firmes sobre el piso de la vivienda no se quedó atrás y le respondió en tono desafiante: “puede contar mil...pero ya les dije que no sé, y si quieren disparar háganlo”.
De pronto apareció el propio Mancuso, aparentemente perturbado por la impaciencia y le dijo: “a usted qué es lo que le pasa, usted sabe que tenemos prohibido que suelten animales en la vía y usted es el sabelotodo de esta región por su condición de tendero, entonces no de más vueltas, y por última vez, de quién es este asqueroso animal que vamos a rematar junto a su dueño”.
Decidido a morir le inquirió el campesino: “ y a ti Mono...qué es lo que te pasa, no te acuerdas cuando ‘pelao’ te mamabas los bolis en la entrada de Tres Piedras y nunca me los pagabas...cancélame la deuda y después me disparas”, a lo que el cabecilla ‘para’ no tuvo más que hacer sino a echarse a reír a carcajadas y decirle a sus escoltas que desactivaran sus armas.
Otra de las particularidades de Begambre era su espíritu parrandero. En las fiestas patronales de la región no paraba de bailar un momento, sobre todo la música de banda y el vallenato de Alejo Durán.
“Alejo nunca dejaba que otro mandara, él era el gastón de la fiesta”, recuerda Aristóbulo Verbel un compadres suyo, quien llora sobre el ataúd la partida de su incomparable amigo. Ayer de madrugada lo que no pudo hacer Mancuso en aquella oportunidad, lo hizo el cáncer de próstata: matarlo.